Aldo Mariátegui
La columna del director
Esta exagerada detención de Magaly Medina reafirma mi creencia de que los delitos de injuria, difamación y calumnia no deben acarrear pérdida de la libertad, sino la aplicación de multas y/o trabajos comunitarios. O deberían verse únicamente en el fuero civil. Encarcelar a alguien por esto es muy primitivo y tercermundista, ya estamos casi como esas sociedades que le cortan la mano al ladrón o lapidan a la adúltera. Además, el TC ya estableció un precedente, por el cual entre el derecho a la libertad de expresión y el derecho al honor se debe optar por el primero, cosa que parece que esta jueza desconocía.
Mi solidaridad con los detenidos y espero que esta vergüenza se resuelva pronto. Hasta donde tengo entendido, Javier Valle-Riestra tiene por allí un proyecto de ley al respecto y sería bueno que el Congreso o la ministra de Justicia Fernández lo recojan de una vez por todas. Otra cosa que es lamentable y circense es esa costumbre policial de enmarrocar a los detenidos sin medir su peligrosidad. Que le coloquen esposas a Quimper y su compinche Arias Schreiber, un par de viejos físicamente inofensivos, o a Magaly y Ney es absurdo e innecesariamente humillante. Me recuerda las penosas épocas de Velasco, cuando enmarrocaban a los ex ministros acciopopulistas o a los periodistas críticos. Sobre Magaly y sus excesos, lo que también creo es que deberíamos tener aquí algo similar a la muy protectora legislación chilena sobre la privacidad personal.
Allá fue célebre el caso del juez Calvo en el año 2005, que fue grabado furtivamente por cuatro periodistas de Chilevisión que habían descubierto que era un homosexual oculto que frecuentaba saunas gay en sus horas libres y que por ello consideraban que no debía examinar el espinoso caso Spiniak (una red de pedofilia y coprofagia que funcionaba en un gimnasio pituco). La justicia chilena no sólo mantuvo a Calvo en su puesto -y su esposa lo respaldó hasta el final- sino que sancionó, con excesiva severidad, a los que invadieron su privacidad. Allá en Chile no puedes meterte así nomás a perturbar vidas ajenas. Es como esto de los chuponeos.
En mi opinión, sólo deberían ser válidos como prueba judicial y aireados públicamente en casos extremos, como narcotráfico, homicidio, golpismo, corrupción o terrorismo, pero no por cualquier cosa, ya que eso estimula su proliferación. La privacidad personal debería ser algo sagrado. Da pena ver que hemos vuelto a las épocas paranoicas en que ya nadie quiere hablar nada delicado por teléfono o le están sacando la batería a los celulares porque dicen que pueden funcionar como micrófonos cuando están apagados.
(...) sigue la nota.
Aldo Mariátegui
17 de Octubre de 2008
Fuente: correoperu.com.pe
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