viernes, 24 de octubre de 2008

“Si estar presa es el precio por decir la verdad, lo pagaré”

Extraemos en exclusiva algunos párrafos de la crónica elaborada por el periodista Jhovert Guevara Quispe, para la edición 235 de la Revista Magaly TeVe.

El jueves pasado antes del mediodía la periodista Magaly Medina recibió una sentencia judicial sin precedentes que la priva de su libertad por cinco meses en el juicio que le impuso el futbolista Paolo Guerrero. Ese mismo día la trasladaron al penal Santa Mónica donde permanece hasta el cierre de esta edición, esperando que se haga justicia y salir pronto de este centro penitenciario.

Parado en la cola a las afueras del penal de Santa Mónica, escucho frases lanzadas desde las ventanas de los microbuses que transitan por la cuadra once de la avenida Huaylas en Chorrillos. “¡Magalyyy!”, gritan a todo pulmón esperando quizá que la reclusa Magaly Medina oiga este alarido como muestra de solidaridad.

Son las ocho y media de la mañana del sábado pasado y de nada sirvió madrugar para ser uno de los primeros en la fila, pues una efectiva del Inpe me pinta el brazo con el número 179 y a Jimmy, el hermano de Magaly, el 178.


Luego de dos horas llega nuestro turno y tras una exhaustiva revisión de los agentes de seguridad hacemos el ingreso al único penal de mujeres en Lima. El ambiente donde se encuentra Magaly se llama área de Prevención, que es un espacio en la entrada del penal donde se ubican a las reclusas que recién llegan, antes de clasificarlas y destinarlas a su respectivo pabellón.

La saludamos y un fuerte abrazo sella el encuentro a 48 horas de haber sido privada de su libertad. Llevaba puesto un buzo, zapatillas y una casaca con capucha de color negro. Con tan solo verla y escuchar sus primeras palabras entendemos que su fortaleza de mujer es invencible y que, pese al difícil momento que le ha tocado vivir, lleva la frente más alto que de costumbre. Admirable.

Nos sentamos alrededor de la mesa ubicada en el pasadizo a la salida de su celda provisional y le decimos que trajimos sus galletas preferidas, fruta, yogurt, entre otras cosas. “Será light, ¿no?”, dice y esboza una sonrisa como aquellas cuando bromea en la oficina. “Me muero por una gaseosa”, confiesa luego y todos lamentamos no haber llevado una. El yogur tampoco era Light y a estas alturas nos sentimos con una deuda de antojos.“Magaly, entre las miles de cosas que dicen los periódicos aseguran que has dormido en una banca y que haces cola para ir al baño”, le pregunto y ella tiene algo que decir. “La primera noche dormí en el suelo pero en un colchón forrado en plástico que me proporcionaron aquí en el penal. Sin saberlo, al día siguiente me trajeron un colchón y ropa de cama”, cuenta. Luego de comentarle algunos otros de los tantos titulares en prensa, dice: “Pero qué hay de raro que duerma en el suelo o en una banca, limpie los baños, coma tal o cual cosa o haga cola para ir al baño. Yo soy periodista y he recorrido la cancha innumerables veces, como cualquier periodista. He entrado a lugares hundida en el barro, caminado en medio de lluvias torrenciales, dormido doblada en cuatro en la móvil del periódico o en lo que se encuentre en algún pueblito de provincias. También he comido de todo y claro que he limpiado baños. Yo no sé por qué se asombran o arman tanto alboroto. Yo no soy una princesa de cuento. Soy periodista. Acá yo soy una reclusa más, con las mismas restricciones y obligaciones de todas mis compañeras”, dice y quienes compartimos este oficio llamado periodismo le damos la razón.

Una reclusa española se acerca a la puerta y Magaly le obsequia unos chocolates. “Toma, para que lo compartas con las chicas”, le dice y luego nos cuenta que, entre otras actividades, estuvo viendo televisión sentada en el suelo junto a sus compañeras de celda. “Ellas me decían entre risas: ‘si la gente nos viera acá sentadas viendo televisión contigo no nos creerían, es increíble’”, cuenta sobre la nueva rutina a la que debe acostumbrarse por estos días.Su día comienza a las seis de la mañana. Se levanta y luego hace cola para ducharse con agua fría. Limpia el espacio que le ha tocado ocupar e invierte su tiempo en la lectura. Ahora está terminando “La esquina es mi corazón” del chileno Pedro Lemebel y le pide a César “Travesuras de la niña mala” de Vargas Llosa y la narrativa completa de Dorothy Parker, la socialité neoyorquina. Otra de las actividades que se ha impuesto es practicar su inglés con una reclusa sudafricana que, según cuenta, hace unos magníficos masajes que le aliviaron la tensión de sus primeros días en el penal.

El texto completo de esta crónica, lo encontrara en la edición 235 de su revista Magaly TeVe, su revista de miércoles.

1 comentario:

rosa dijo...

magaly estamo contigo, al leer estas lineas senti un nudo en mi garganta y una impotencia por tanta injusticia que estas viviendo, yo te tengo un cariño especial y me identifico tanto contigo no solo porque tambien me llamo magaly si no porque no me gusta la hipocrecia y la sinceridad ante todo, mucha fuerza magaly tu eres ua mujer luchadora y con la frente en alto como siempre todos oramos por ti gracias x tantas alegrias y x enseñarnos a las mujeres a ser fuertes como tu besos magaly libre pronto